Se trata del Festival Departamental de Artistas por la Paz que en este 2018 llega a su IV edición y se realiza del 18 al 21 de julio. Desde su inicio fue apoyado por el Festival de Poesía de Medellín. Está en construcción, cualquiera puede venir puesto que el objetivo es aportar y contribuir a su fortalecimiento, siempre se están sumando personas y esfuerzos para seguir formando espacios de ciudad y de encuentro en nuestro territorio.
En el 2015, en medio del proceso de diálogo entre el gobierno y las FARC, un grupo de personas jóvenes y adscritos a varias corporaciones y grupos culturales, decidieron pensar un lugar para fortalecer ese dialogo, para pensar la ciudad en términos de reconciliación y apuntar a crear un tejido de lenguajes de paz entre diversas expresiones artísticas y culturales, cuenta Alba Nury Orozco de la corporación “Déjalo ser” y Camilo Franco, del Colectivo La Mochila, ambos parte del comité de organización del Festival Departamental de Artistas por la Paz. Así nació el festival, que fue apoyado desde el inicio por el Festival de Poesía de Medellín.
Está en construcción, cualquiera puede venir puesto que el objetivo es aportar y contribuir a su fortalecimiento, siempre se están sumando personas y esfuerzos para seguir formando espacios de ciudad y de encuentro en nuestro territorio.
Unir creadores, productores y emprendedores en escenarios donde el diálogo principal es la reconciliación y la construcción de la paz, ese es el llamado. Pero, dentro de todo esto, aún nos preguntamos ¿qué es la paz? Si es un hecho, para la percepción de muchos, termina convirtiéndose en un término abstracto, en una banderilla en la que poco se profundiza y ejecuta. Algo alejado que no nos toca. Preguntarlo en las ciudades y capitales es más complejo de lo que parece, sobre todo por la distancia con la que se asume. En nuestra ciudad la guerra no ha abatido tan directamente el territorio, y lo que ha alcanzado a flagelar, mucho de eso, ha sido ignorado por la gran mayoría.
Por eso lo oportuno y acertado del festival en brindar espacios, de asistencia al público totalmente gratuita, donde a través de un diálogo entendible para todos podamos reflexionar sobre ese término abstracto que se formula como PAZ. Ese concepto que el festival quiere replicar a través de sus eventos es el de verse como un ejercicio de construcción inacabado, un ideal al que queremos llegar como seres humanos, pero sobre todo, un acto de reconciliación, sin importar de dónde venimos o si nos ha tocado o no el conflicto. El festival invita a un llamado de acción, a empoderarnos como actores de paz dentro de este proceso que el país apenas inicia.
El proceso es largo, 8 meses antes de que se lleve a término, hay juntas, búsquedas y ajustes para armar una programación que nunca deje de lado el sentido del festival y que permita que todos puedan disfrutar de él, vivan en las periferias o en el centro, tengan dinero o no.
En esta edición 2018 la programación estará muy variada y nutrida, y cada vez más busca ampliar el panorama para que el mensaje de la paz llegue a todos. En música habrá para todos los gustos, desde folclore y sonidos colombianos contemporáneos hasta metal desde diversas regiones de Colombia, en literatura y poesía habrá invitados locales, nacionales e internacionales. Las artes visuales, la fotografía y el teatro serán otras de las manifestaciones presentes con actividades al aire libre, en parque, y como es tradición ya, hay espacio para conversatorios y talleres, este año estará a cargo de un grupo de Bogotá llamado La Diáspora, organización que ha venido trabajando con las madres de Soacha en relación a los falsos positivos.
Además de esto, el festival, además del Parque Olaya Herrera, estará en varias zonas periféricas como la Biblioteca de Tokio “Barco de ideas”, en Frailes Arte y en la Institución Educativa La Normal, esto como una forma de ampliar el diálogo sobre la reconciliación con otros actores de la sociedad.
La invitación está hecha este año del 18 al 21 de julio, el Festival Departamental de Artistas por la Paz lo invita a que se sume al dialogo, que haga parte del tejido para la construcción de la paz, que se monte al bus de la reconciliación y que se permita disfrutar con familia y amigos de un espacio hecho para todos.